En nuestra cultura hemos construido un ritmo de vida que está centrado en el hacer.  Siempre estamos haciendo algo que tiene un fin o un propósito que sea “productivo”. Hemos llegado a tal punto que tememos descansar “porque estamos perdiendo el tiempo” y la palabra ocio ha desaparecido de nuestro léxico. 

Esta actitud nos empuja hacia rutinas de trabajo, de ejercicio, de estudio que nos van robotizando.  Nos van llevando a repetir las mismas acciones una y otra vez. Dejando la diversión para las vacaciones o uno que otro domingo.

Recordemos por un momento cuando eramos niños.  Cuando nos deteníamos a mirar un insecto por pura curiosidad, pintábamos por pintar, inventábamos juegos con nuestros amigos y la mayoría de las cosas que hacíamos solo tenían el propósito de divertirnos.

Volver a traer a nuestras vidas actividades que no tengan ningún propósito, mantiene a nuestro niño vivo.  Al mantener a nuestro niño activo y hacer actividades que despiertan nuestra creatividad y nuestra capacidad de divertirnos, mantendremos la salud de nuestro cerebro y la alegría de vivir.

¿Cómo?

Entonces ya saben, cierren los ojos y recuerden qué les hacía felices hacer cuando eran niños: bailar, cantar, pintar, jugar con barro, tocar un instrumento, escribir, observar la naturaleza etc. y dense un día a la semana por lo menos para volver a incorporar esas actividades en su vida.

  1. Conoce tu cuerpo y toma nota de las reacciones de tu cuerpo a lo que comes.  Si algun tipo de alimento te genera acidez, o pesadez o un salpullido en la piel, el cuerpo te esta dejando saber que dicho alimento no debes consumirlo.  Punto.
  2. Disminuye los alimentos industriales lo máximo posible.  Vivimos en un país donde los alimentos frescos existen en abundancia todo el año.  No existe excusa para comer alimentos que no sean frescos y naturales. Los alimentos industrializados contienen mucha azúcar y químicos que están probando ser nefastos para la salud.
  3. Comamos cuando sintamos hambre.  Comemos a todas horas.  Dejemos más espacio entre comida y comida.  Démosle un descanso al sistema digestivo y no piquemos entre comidas.
  4. Evita comer en la calle y trata de cocinar mas.  Esto parece difícil con el ritmo moderno, pero con algo de planificación se logra.  Dejar los vegetales cortados y todo listo para cocinar cuando llegues a casa.  Escoger platos sencillos que no tomen mucho tiempo. Etc.
  5. Asegurar la variedad en lo que se come asegura que estamos ingiriendo todos los nutrientes que necesitamos.  Balancear entre proteína, carbohidratos y grasas saludables es muy importante.  Intentar que la fuente de carbohidratos sea de origen vegetal como papa, camote, zapallo etc.  Evitar que venga de harinas refinadas, fideos, pan etc.  Así mismo las grasas que sean de origen vegetal: aceite de coco, palta, pescado etc. Evitar aceites refinados de soya y girasol. 
  6. Sé consciente de los motivos por los que comes cuando te excedes o cuando comes comida chatarra. Se debe poner atención a los antojos.  A veces los antojos aparecen por una falta real de nutrientes, pero la mayoría de las veces lo que nos hace comer de manera descontrolada tiene un origen emocional: falta de afecto, no socializar sanamente etc. Trabajar en el aspecto de tu vida que no te trae satisfacción es clave para que dejes de intentar llenar esa falencia con comida.
  7. Finalmente toma especial atención en que nutre tu mente, tus emociones y tu espíritu.  ¿Qué tipo de película ves, qué libro lees?  ¿Te rodeas de personas positivas y alegres? ¿Tienes relaciones sanas y nutricias? ¿Le das tiempo a tu reflexión espiritual?  Todo esto define quien eres e influye en tu salud. Cuida todos los aspectos de tu nutrición de una manera integral, porque eres un todo que necesita estar equilibrado en muchos aspectos.
El coaching  en salud integral te ayuda a identificar en qué estado está tu vida en todos los aspectos mencionados y te acompaña en la tarea de encontrar el equilibrio para lograr un cuerpo, mente, y espíritu sanos.